La gran mayoría de las empresas parecen no ser conscientes de la urgencia de afrontar las nuevas reglas de negocio digital.
El 46% de las empresas morirá en los próximos 10 años si no se han transformado digitalmente. Podríamos decir que la transformación digital ha sido la palabra compuesta más relevante del último año. La hemos oído en diversos escenarios, pero aún la escuchan con escepticismo, podemos indicar 3 hechos que provocan la preocupación de todos los altos directivos ante el reto digital.
Estamos inmersos en una sociedad de consumo dónde existen más móviles que seres humanos.
En menos de 10 años los nativos digitales representarán el 75% de la fuerza laboral y supondrán el colectivo con mayor potencial de compra.
Cada vez más son las starup 100% digitales que incursionarán en el mercado y que están cambiando las reglas del juego, revolucionando las industrias tradicionales.
La transformación digital lo está cambiando todo, desde la forma en la que se organizan las compañías hasta la manera en la que se relacionan con sus clientes. De hecho, tal es el impacto previsto por esta transformación digital, que se estima que el 46% de las empresas que en 10 años no se hayan transformado digitalmente morirán según un estudio liderado por Standard&Poors.
En este contexto, resulta preocupante ver cómo la mayoría de las organizaciones parece no ser conscientes de la urgencia de afrontar las “nuevas reglas de juego” del negocio digital y cómo muchas otras no han sido capaces de superar las barreras habituales que surgen en este tipo de procesos de trasformación.
Por otra parte, una estrategia digital muchas organizaciones ha iniciado el proceso de transformación digital invirtiendo en tecnología, sin contar con una estrategia global y, aunque algunas de esas soluciones aportan valor al negocio, la mayoría no lo hace convirtiéndose en un sumidero de inversiones a largo plazo.
A ello se suma el vértigo que supone a las empresas afrontar los costos de la digitalización, sin una expectativa a corto plazo de retorno. Esto está siendo cada vez menor debido a la democratización progresiva de la tecnología ante la reducción de los costos de implantación de herramientas digitales, lo que está incentivando a muchas organizaciones a iniciar el proceso de adaptación.
No se debe olvidar, la resistencia al cambio que se presenta en todo proceso de trasformación, se hace indispensable contar con una política corporativa de gestión del cambio escalable, impulsada desde la alta dirección, de lo contrario la falta de implicación de los distintos procesos imposibilitan el avance.
Además, debido a la rapidez exponencial del avance de la tecnología, una de las mayores barreras se encuentra en la falta de formación digital en las propias organizaciones, la mayoría de las empresas no cuenta con las competencias necesarias para lograr una transformación digital eficaz lo cual suela retrasar el proceso.
Pero todo ello no debe ser visualizado como un impedimento ni servir de excusa. La revolución digital debe ser percibida por nuestro tejido empresarial como una cuestión de supervivencia y el tiempo de adaptación resulta crítico. En tan sólo tres años, la “magia de la nueva economía digital” ha posicionado a una empresa que no tiene un solo taxi en propiedad como el mayor gigante del transporte urbano, y a otra que no ha invertido en un solo metro cuadrado de propiedad como la mayor cadena hotelera a nivel mundial.